martes, 18 de diciembre de 2018

INTRODUCCIÓN A LA GENERACIÓN DECAPITADA





LA GENERACIÓN DECAPITADA


La Generación Decapitada fue una agrupación literaria, formada por cuatro poetas jóvenes ecuatorianos en las primeras décadas del siglo XX. Dos guayaquileños, Medardo Ángel Silva y Ernesto Noboa y Caamaño; y, dos quiteños, Arturo Borja y Humberto Fierro, quienes fueron los precursores del Modernismo en el Ecuador. Estos cuatro escritores fueron grandemente influenciados por el movimiento modernista de Rubén Darío y la poesía simbolista francesa de finales del siglo XIX. Todos leyeron en su lengua original a emblemáticos poetas franceses como: Baudelaire, Víctor Hugo, Samain, Rimbaud, Mallarmé y Verlaine.

A esta generación se la denominó "decapitada" por el hecho de que todos estos poetas murieron a muy temprana edad y porque la muerte de los cuatro fue por mano propia. Cabe destacar el hecho de que, aunque ellos se conocieron en vida e incluso se dedicaron poemas mutuamente, nunca se reunieron para crear propiamente una agrupación literaria.
 



CARACTERÍSTICAS DE SU POESÍA 


Innovación métrica: La búsqueda de la belleza se consigue a través de imágenes muy plásticas y acercamiento a las artes, de una adjetivación con predominio del color e imágenes relacionadas a todos los sentidos, así como con la musicalidad que produce el abuso de la aliteración, los ritmos marcados y la utilización de la sinestesia. Por otra parte, no era extraño el uso de versos medievales como el alejandrino, el dodecasílabo y el eneasílabo con aportes de nuevas variantes al soneto.




 
Léxico:  Los poetas de esta generación demostraron su gusto por los términos nuevos, los crearon, los rebuscaron de forma incansable. Se esmeraron en la renovación léxica mediante el uso de helenismos, cultismos y galicismos, que no buscaba tanto la precisión como el prestigio o la rareza del vocablo.


Escenarios: Los poetas modernistas trajeron a sus temas ambientes fastuosos, exóticos, extravagantes, en medio de una actitud aristocratizante y cierto preciosismo en el estilo, así como la búsqueda de la perfección formal (de inspiración parnasiana) que se aprecia no sin cierto individualismo. Cabe señalar que fue muy común el uso de la mitología y el sensualismo.


Ateísmo: Para el Modernismo, Dios no poseía otro valor que el mero adorno preciosista. Para ellos fueron dioses olímpicos y su esmero era claro en el uso de la mitología. Esta fue una corriente heterodoxa de renovación religiosa y se aplicó en el campo de las artes a tendencias surgidas en los últimos veinte años del siglo XIX.





El arte por el arte: Esto significó que, para los modernistas, la creación literaria no debía tener compromiso político ni ideológico sino consigo mismo, con la satisfacción de saberse creador de algo hermoso. De ahí que los modernistas fueron acusados de carecer de mensaje humano, pues fue muy común el rechazo de la realidad cotidiana en sus poesías.
  


Musicalidad: La palabra para los modernistas no era sino un instrumento musical para lo cual se acudía al acento estilístico donde destacaba una música indeleble, imperceptible, subyacente. La temática modernista revela, por una parte, un anhelo de recreación de armonía frente a un mundo inarmónico.   

  
POETAS DE LA GENERACIÓN DECAPITADA 

 

ARTURO BORJA (Quito 1892 – 1912) De ascendencia aristocratizada, su hogar respiraba una atmósfera liberal. Un problema en el ojo lo llevó de viaje a París para su tratamiento, de donde volvió con un sentido espiritual diferente, vale decir contagiado del conocido “mal del siglo”. Fue un admirador de los poetas franceses Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud, a quienes los leyó en su propio idioma. Apenas tenía quince años cuando escribió sus primeros poemas, al parecer y de forma prematura, se sentía desengañado. Contrajo matrimonio con Doña Carmen Rosa Sánchez Destruge pero tiempo después murió envenenado con una sobredosis de morfina.  



Obras: “La Flauta de Ónix”, su única obra compuesta de 28 poemas en los que se destacan: “Voy a entrar en el olvido”, “Madre locura”, “Visión lejana”, “Para mí tu recuerdo”, “Primavera mística y lunar”.




HUMBERTO FIERRO (Quito 1890 – 1929) Perteneció a una familia aristocratizada que le prodigó una esmerada educación y en las propiedades de sus padres dedicó buena parte de su tiempo a la lectura de sus autores preferidos, los simbolistas y parnasianistas, en lengua francesa. De una sensibilidad exasperada, introvertido, sencillo y modesto; se desempeñó toda su vida como amanuense en una oficina del Ministerio Público. Solía pasar mucho tiempo fuera de Quito, en su estancia en la hacienda Miraflores ubicada en Cayambe conoció a una mujer que le doblaba en edad llamada Soledad Paz a quien dedicó el poema “Tu cabellera”. A partir de 1920 llevó una vida bohemia, pero sin excesos, y en las noches se reunía con sus amigos poetas en diferentes bares de Quito hasta que la muerte lo sorprendió cuando tenía treinta y nueve años.
 
Obras: “El laúd del valle” y “Velada Palatina” 




MEDARDO ÁNGEL SILVA (Guayaquil 1898 – 1919)  A la muerte de su padre tuvo que abandonar los estudios en el Colegio Vicente Rocafuerte pues tenía que mantener a su madre. Tempranamente escribió en diarios y revistas de Quito y Guayaquil. Escritor, poeta, músico y compositor; es considerado el mayor representante del Modernismo en la poesía ecuatoriana. No se graduó de bachiller, no obstante, su condición de autodidacta lo llevó a ser maestro escolar e incluso a leer en francés; así se le facilitó el contacto con la poesía de los simbolistas franceses, quienes llegaron a ser sus más grandes referentes. Su muerte sigue siendo un misterio, pero se cree que murió de un tiro en la cabeza por amor a su novia, Rosa Amada Villegas, quien lo había abandonado y por ello decidió suicidarse.  

Obras: “El árbol del bien y del mal”, “María Jesús” (pequeña novela), “La máscara irónica” (ensayos).




ERNESTO NOBOA Y CAAMAÑO (Guayaquil 1889 – 1927)  Perteneció a una familia de abolengo y poder económico. Tempranamente se trasladó a Quito donde estudió la secundaria, sin haber llegado a la universidad, pues su afición por las letras pudo más. Viajó a Francia y España donde se contagia, igual que Borja, del “mal del siglo” por cuya razón regresó a su patria, cansado y terriblemente enfermo, la neurosis que solo la morfina lograba calmar. Se conoce que en Quito se entregó a la bohemia junto con sus amigos. Estaba escribiendo su segundo volumen de poesías “La sombra de las alas”, cuando la muerte lo visitó. 



Obras: Su obra se encuentra recopilada en un solo libro titulado “Romanza de las horas”, donde destacan poemas como: “Emoción vesperal”, “5 a.m.”, “Al oído”, “Brisa de otoño”, “Aria del olvido”, “Anhelo”, “Ego sum”, “Hastío”, “Vox clamans”.

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